sábado, 1 de septiembre de 2012

FELICIDAD SE ESCRIBE CON "F" DE FIRENZE

Estaba esperando llegar a Florencia desde hacía por lo menos diez años.
De modo que las tres horas de traslado pasaron muy rápido.
Mi primer viaje en uno de los famosos trenes europeos no fue gran cosa porque compré un boleto de diecisiete euros para hacer el trayecto en un vagón muy modesto.
Mientras escuchaba las voces y veía a la gente, sentía la emoción, estimulada por años de expectativas. 
Desembarqué en un día frío, bajo un cielo gris y con la única indicación de tomar el bus 17.
Para llegar al hostel debía salir un poco del casco histórico, así que desde el vehículo me asomaba por la ventanilla, a ver si por las dudas veía el Duomo. Soy básica y quería ver su cúpula para entender que estaba ahí.


Has llegado, pequeña

La hospitalidad y calidez italiana se hizo sentir todo el tiempo: te ayudan en las calles, te dan charla, todos son muy amables, y cuando les decís que sos de Argentina, se ponen contentos y quieren abrazarte.
Nadie menciona a Maradona, Messi o Evita. No deben que hacerlo porque tienen muy claro donde queda el país, saben que acá todos tienen apellidos como “Chiesa” o “Ziglietti”, y que somos iguales a ellos. En esa clave de entendimiento casi fraternal, dos señoras amorosas  me hicieron llegar sin problemas al lugar:


Mi primer hogar fiorentino


Cumplí con la rutina de ir al súper. Para comprar víveres, pero mas que nada porque en un viaje no hay rutina, de modo que tener un hábito de ese tipo es bueno para tener una idea de los precios y productos regionales, y colabora a entrar en atmósfera con la nueva ciudad.




Como el clima impedía hacer reconocimiento de campo, me guardé en el hostel: un convento devenido en albergue, con pasillos anchos, techos abovedados, pulcritud y orden.
Ahí encontré al primer partner en esta aventura. 
Hermano latinoamericano, con el chileno Javi no solamente había vía libre lingüística, sino que sucedió algo genial: el muchacho resultó ser arista plástico. 
El tropismo fue automático. Me mostró sus trabajos, hablamos con entusiasmo de nuestros artistas favoritos, googleamos una imagen tras otra, y quedamos en ir a la galería Ufizzi al día siguiente.
Como militares, a las 8 a.m. éramos los únicos en el enorme comedor. La barra libre del desayuno nos preparó para la hora y cuarenta y cinco minutos de fila que hicimos, mojándonos con chispas de agua helada.
Cuando entré perdí la razón, y no volví a ser la misma de antes. 


Galería Uffizzi
Fuente

Ya hablé de esto, pero es muy difícil describir la enorme emoción que sentí.
El renacimiento es uno de mis períodos favoritos, lo he mencionado. Y esa galería guarda muchas de las mejores obras.
No solo deliraba de fascinación, sino que estaba acompañada por alguien divertido y que ama el arte.
Javi empezó a preguntarme algunas cosas, y a mi juego me llamaron. Delante de lo que para mi son algunas de las obras mas importante de la historia, empecé a recordar.
Yo hacía las descripciones históricas, y él se ocupaba de la técnica: juntos fuimos dinamita.
Recapitulé cosas que estaban guardadas en mi memoria. De repente aparecieron los autores, las viejas lecturas, y por un segundo me ví a mi misma preparando mis exámenes, años atrás, cuando Firenze era un sitio lejano.

Una gran parte de las horas que estuve ahí dentro (fueron cuatro), tuve los ojos lleno de lágrimas y el alma desbordada. Si: soy sensible y me la banco. 

Mi viaje tuvo un gran componente de tropiezos, situaciones graciosas y errores, pero también me embargó la felicidad, y lo cuento, aún a riesgo de caer en la cursilería o el lugar común.



Un imprescindible de primer rencimiento:
Piero della Francesca

Joya del cinquecento: la Venus de Urbino, de Tiziano 

Agotados, salimos por un merecido almuerzo en la rosticceria Guiliano Centro.
Las bajas temperaturas llevaron a mi compañero de vuelta al hostel, pero yo no pude.
Me quedé el resto de la tarde caminando por la ciudad.
Me topé con la policía fiorentina. 
En la ciudad hay un delito cada año y medio, de modo que sus fuerzas de seguridad ayudan a los turistas y pasean con uno de los mejores uniformes que se han visto.
Con mi amiga Sol queremos aplicar para unirnos a ellos. Que nos den el casco que hace juego con ese bolso, y tener un sobretodo de corte impecable:




Como nunca está de mas dar las gracias, entré a la Chiesa dei Santi Michele e Gaetano:




Seguí adelante con mi primer paseo por la ciudad.                                                         Respiré el aire helado de la tarde, entré a los patios de alguno de los palacios, caminé mucho, un poco perdida, un poco embelesada.
No podría decir a ciencia cierta cual fue mi recorrido, me dejé llevar mientras caía la tarde. Sentí que el tiempo pasaba y que mis días ahí no serían suficientes
Estaba sola, dando vueltas con el cuerpo entumecido, y no importaba nada, porque fue uno de los días mas felices que viví.

Cuerpo helado, sonrisa inamovible

4 comentarios:

  1. Me encantó, tus palabras reflejan y contagian felicidad. Saludos! Agustín

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    1. A mi me alegra mucho que disfruten las historias. Fueron días maravillosos, pero también hubo de los otros, ya llegaran los relatos.

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  2. Publicable si fuera profe tuyo en TEA.
    Que gran relato sobre semejante viaje emocional. Solo faltó un partido del Calcio desde la popu de la Fiore. Humilde. Jaja.
    Besos, Mariano.

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  3. Mi querido!
    Seguí los relatos,que hablo de mi falta de sincronía futbolera, de cenas, de Dios, y tanto mas.

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