domingo, 14 de octubre de 2012

QUERIDA VIENA...


...Estoy tratando de descubrir tu encanto, pero me resulta difícil encontrarlo.
No me malinterpretes: sos bonita y ordenada, si no lo sos vos, ¿Quien lo sería?
Camino entumecida bajo tu cielo gris y tu llovizna interminable, bordeo tus calles estrictas, tus edificios planos y correctos, husmeo en tus rincones, y no se qué pensar.
Tenés a la princesa Sissi, aspirante a María Antonieta, a tu gente pálida, y tus turistas...ni siquiera se molestan en venir demasiado de otros países.  Te visitan germanos que dan vueltas y compran sin parar por ahí.


¿Quienes serán los visitantes que compraron los zapatos
mas feos de Europa?


¿En dónde están los menores de 40 años? Puede que en el sur de España, tomando sol.

Quisiera saber en qué momento usan tus mujeres todos esos vestidos livianos y llenos de estampados veraniegos que muestran los escaparates. Tu primavera va a darme neumonía.
Sos la hija que estudió contabilidad para seguir el mandato paterno, agradar y no salirse de la línea. La chica que era linda en el colegio secundario, pero nunca demasiado como para enloquecer a nadie.
La ropa típica de tus hombres deja ver sus rodillas, tu comida me vacía el alma, tus inmediaciones huelen a kebab, tus precios son excesivos y tus sonidos son irreconocibles a mis oídos del sur.


El conocido sex appeal austríaco
Por primera vez en dos semanas, me siento en verdad a miles de kilómetros.


martes, 2 de octubre de 2012

GOOD BYE PERÓN

Ya había pasado dos noches en Venecia, y eso había sido suficiente para mí.
La mañana me encontraba como siempre: haciendo todo a último momento.
Tenía que cruzar la primera frontera internacional, no había hecho averiguaciones y no sabía como partir. 
Andrea, el dueño del hostel, solo hablaba italiano, tenía una mala conexión a internet, y su pequeña computadora era casi imposible de usar.
Sin saber a ciencia cierta cómo llegar a Austria, fui a Santa Lucía Centrale para encontrar un modo de irme.
No había nada directo desde allí a algún sitio cercano a Viena, y me sentí desconcertada. Pero entonces llegó el recuerdo.
Los argentinos crecimos escuchando las duras historias de los inmigrantes europeos que llegaron al país: no solo las de nuestras propias familias, sino las de todas las personas que conocemos.


Algunos de los italianos que llegaron a
Argentina