lunes, 8 de abril de 2013

EN LAS CALLES DEL HOMBRE QUE SE VOLVÍA INSECTO

Mencionar a  Praga es pensar indefectiblemente en la historia de multiculturalidad convergiendo en una urbe muy pequeña, es pensar en literatura, en arte y por supuesto en las vicisitudes del pueblo judío.
Por eso, después de ver el sol de una nueva mañana checa, fui directo al sitio que, a partir de la edad media, se conformara como gueto judío en la ciudad: Josefov.

Sinagoga Maisel

En lo que es el barrio mas pequeño de la ciudad hay seis templos. Fui pasando frente a sus puertas mientras me acercaba al museo judío. 


Frente a la sinagoga española:
monumento a Kafka


Situada ya dentro de la exhibición, las fotos y objetos proponen un interesante recorrido por los rituales y la cultura judía, pero hubo algo que me impactó significativamente: la sinagoga Pinkas. 

El templo se convirtió en un memorial. Todas sus paredes están escritas. Llevan grabados mas de setenta y siete mil nombres: los de todos los judíos de Bohemia y Moravia que murieron en el holocausto.


La sinagoga y los miles de nombres
El detalle de la caligrafía


En el primer piso de la sinagoga hay una muestra que me movilizó mucho: una serie de dibujos de los niños que estuvieron prisioneros prisioneros en Terezín. 

Pensar la historia de la humanidad como la historia del padecimiento de los pueblos fue tan intenso, que mirar la representación de la vida dentro del campo de concentración, en cada dibujo y en cada frase ilustrada por los nenes, me provocó un nudo en la garganta.


Uno de los tantos dibujos:
Helga Weissova "Llegada a Terezin"
Detrás de la sinagoga se encuentra el viejo cementerio: el único terreno en la ciudad en el que podían ser enterrados los judíos, en donde se ubicaban a los cuerpos uno sobre otro para que la superficie tan pequeña pudiera servir de morada final para tanta gente (se calcula que han enterrado alrededor de cien mil cuerpos) y es por eso que se puede ver la gran cantidad de lápidas, una muy pegada a la otra:





Los visitantes circulan por el camino habilitado y se van acumulando la piedras que dejan como ofrenda y señal de respeto:



El recorrido por el museo ni es tan corto como parece, ni es sencillo o ligero. Es de una gran intensidad ver tantos testimonios de la segregación y el dolor. 
Dejé atrás Josefov y di vueltas por las calles para aliviar un poco la cabeza, algo que no es difícil estando en la bella Praga.
Sentada en las orillas de Río Moldava, miraba a los barcos desplazándose por el agua quieta, a la gente paseando y con un cappuccino entre las manos vivía la felicidad de estar ahí. 
Desde mi banco, veía el sitio de la siguiente visita, el museo Kafka: 




Hasta el momento casi todo había sido visitar colecciones de arte y de piezas históricas  pero ¿Cómo es un museo enteramente dedicado a un escritor? Para mí, fue una de las mejores experiencia que viví en esta clase de sitios.



En el patio del museo: para que quede 
en claro a quien se recuerda
Para realizar la visita, es necesario tener a mano un libro instructivo que proveen en la entrada: treinta y cinco páginas que acompañan el recorrido y que son fundamentales para entender lo que vemos. Puede resultar excesivo pensar en que se necesita tanto material, pero no hay una sola palabra que esté de mas o que aburra.


Una de las salas dedicada a las mujeres que 
pasaron por su vida


Es un buen ejemplo de talento museográfico: despliegan muchos recursos (música, sonidos, iluminación) para que el público mantenga el interés constante y al mismo tiempo se trata de una exhibición de calidad. 



Algunos de los manuscritos originales 
Leí por primera vez las corrosivas cartas que le escribió a su padre (aquí están completas) y conocí la aversión que sentía por el derecho. 
Franz se graduó de abogado, profesión que le provocaba rechazo, tanto como las oficinas y la burocracia (uno de los ejes de sus historias), por eso en una de las salas hay un teléfono que suena sin parar, y en otra, las paredes están cubiertas, del piso al techo con cajones archivadores:


Así es la burocracia, a veces
Para quienes la vida en las oficinas ha sido medio de vida, pero al mismo tiempo es un motivo de conflicto o de rechazo, las palabras de Franz no pasarán desapercibidas.
Como me cuento entre esa gente, tomé nota de una frase que describe el ahogo en el que Kafka vivía: "La literatura y la oficina se excluyen mutuamente, pues escribir es algo que gravita en las profundidades, mientras la oficina esta alla arriba, en la vida. De modo que no hace uno mas que ir de arriba a abajo, y el resultado no puede ser otro que el desgarramiento."



Están expuestas también algunas de las 
ilustraciones hechas por Franz


Me emocioné mucho. Sentía presión en el pecho, y muchas ganas de llorar, pero no podía.

No creí que esa muestra me sacudiría de esa forma, pero la huella que dejan en el tiempo aquellos que marcan diferencias, me resulta conmovedora. Además, recordé que diez años atrás, conocí a mi amigo Mariano por Kafka: yo tenía en mis manos una edición de tapas amarillas de "El proceso", y por eso empezamos a hablar.

Desde entonces, cada años nos regalamos libros para nuestros cumpleaños, como guiño a la historia de nuestra amistad.

Con la sensibilidad a flor de piel, necesitaba despejarme una vez mas y encontré justo lo que necesitaba.

Me atrajo la música que sonaba el parque de la Iglesia Santa Ludmila. 
Un contrabajo, una guitarra y una voz femenina muy dulce interpretaban hermosas canciones de jazz en una feria al aire libre.
El clima era tan agradable, que algunas personas no querían soltar a su amado:


Y otros no dejaban de bailar:




Yo por mi parte, sonreía, sabiendo que no necesitaba nada mas de lo que tenía, que ya era demasiado.

Sin embargo, no por eso me privé de adquirir por €1.15 una bonita falda, y algunas joyas:


Nada Urbankova: la voz de Europa del Este


Michal Tucny: representante del country checo


Hay días en los que sucede mucho, y ese fue uno: mas tarde conversé con un checo que insistía en decirme que los argentinos hablamos italiano y fui al hermoso museo Mucha, en donde no se pueden sacar fotografías, pero ví por primera vez, y muy de cerca la suavidad de sus trazos. Con la noche llegó el agotamiento, y también el hambre. Junto con Javi, mi partner argentino en Praga, fuimos por la cena.

Nada mejor para terminar el día, que la deliciosa (y barata) comida checa:


Goulasch con knedlíky para mi

Humedeciendo los knedlíky (un pan hervido, muy tierno y suave) en la suculenta salsa, recuperaba el calor, y conversaba con mi compañero sobre mis próximos pasos, que consistían básicamente, en romper el itinerario establecido.

Spaetzles para Javi

Y debatiendo sobre el dilema de regresar o no a los lugares en los que uno ha sido felíz, Praga se iba a reír un poco de mis tropiezos.



5 comentarios:

  1. La historia es, en gran parte, el padecimiento de los pueblos, un buen ejemplo somos nosotros, un país repleto de inmigrantes de todo tipo que escapaban de la guerra, la pobreza, etc. Lo del cementerio es terrible, ni muertos los respetaban un poco.
    Abogados y burocracia, sin dudas, dos de los peores inventos de la sociedad, y para colmo, evitarlos es tan difícil como necesario.
    PD: En Comala comprendí que al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver.
    Un beso.

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    1. Totalmente cierto mi querido: nuestro país es un buen ejemplo de los que sufrieron enormes pèrdidas, pero no se resignaron y apostaron a una nueva vida, a empezar de nuevo.
      Y puede que la letra de Comala esté en lo cierto pero no siempre es tan sencillo resistir el impulso.

      Salud, granate querido!

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  2. Me ha encantado tu recorrido por el museo de Kafka, me ha impresionado mucho el sitio en sí, y tu forma de narrarlo/vivirlo. Kafka, al que no venero mucho como escritor, me parece un personaje fascinante (vaya, como a tantos), y gracias a tu artículo me he puesto a releerlo y a leer por primera vez las cartas al padre.

    Cuando yo anduve por Praga decidimos no ir al museo de Kafka, y en lugar de eso fuimos al museo de la tortura... éramos dos filólogos alemanes, sin comentarios ;)

    Lo que sí hice fue probar el goulasch con knedliky, cuyo nombre había olvidado! Y mucho me gustó.

    ¿Para cuándo más viajes?

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    1. Debo admitir que me he dejado envolver por el hastío y el sopor de la rutina, abandonando un poco este espacio.
      Pero veo que esta historia te estimulo a leer las cartas al padre, me río con tu comentario de los filólogos alemanes y caigo en la cuenta de que hay que volver a ponerse en movimiento.
      Y vamos, que tampoco encuentro tiempo, porque en mis huecos, leo en orden cronológico tus crónicas, imposible abandonarlas, pero la regla es no saltear los relatos.

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