Venecia fue un agujero negro en mi camino.
Prácticamente no la conozco, no se como es.
Solo anduve en vaporetto y me enojé muchísimo.
Llegué a la ciudad de los canales bajo la misma
cortina de lluvia con la que había salido de Firenze.
Desde el hall de la estación veía agua por todas
partes, miraba desde la ventana del tren mi paraguas, que había quedado dentro del vagón (una vez que
salís no se pueden abrir las puertas para reingresar).
Ahí si que no tenía opción para llegar a destino:
pedí asesoramiento en la oficina de turismo donde compré un mapa, un pase para
andar en barco y recibí las indicaciones para llegar al hostel.
Intento ubicarme, pero al empezar a caminar
descubro una de las particularidades venecianas: las calles no tienen nombre.