Venecia fue un agujero negro en mi camino.
Prácticamente no la conozco, no se como es.
Solo anduve en vaporetto y me enojé muchísimo.
Llegué a la ciudad de los canales bajo la misma
cortina de lluvia con la que había salido de Firenze.
Desde el hall de la estación veía agua por todas
partes, miraba desde la ventana del tren mi paraguas, que había quedado dentro del vagón (una vez que
salís no se pueden abrir las puertas para reingresar).
Ahí si que no tenía opción para llegar a destino:
pedí asesoramiento en la oficina de turismo donde compré un mapa, un pase para
andar en barco y recibí las indicaciones para llegar al hostel.
Intento ubicarme, pero al empezar a caminar
descubro una de las particularidades venecianas: las calles no tienen nombre.
Debía ir a Dorsoduro.
Deduje que así se llamaba la strada pero no: no es el nombre de una calzada,
sino que es el área.
En esa área, entre caminitos ondulantes y
cortados debo encontrar el número de vivienda. Empiezo a mirar y no encuentro
un sentido de correlatividad en los dígitos. No saltan de a pares, tampoco de a
decenas, no están los impares en una misma vereda y me cuesta pensar bajo que
lógica se distribuyen. Hasta tengo en cuenta la posibilidad de que sigan la
sucesión de Fibonacci. Tampoco.
Empapada, sin abrigo ni paraguas, arrastrando la
enorme la valija por las escalinatas y los puentes, de un lado al otro, empiezo
a preguntar.
"Pero no ves que es hermoso?" Ya lo se, pero de todos modos no fue un buen día |
El problema no es que no se pueda fijar una
dirección de forma lógica, sino que los que habitan ahí no conocen las
direcciones.
Les pregunte a varios comerciantes, que, después
de dudar se arriesgaban diciendo “deber
se allá”. Yo seguía preguntando y rebotando.
Todas las personas que fueron te hacen
comentarios: algunos te dicen que el olor del agua es espantoso, otros te dicen
que es un sitio maravilloso, mágico. Eso si: nadie advierte sobre este detalle.
Increíble que aún se mantenga sobre el agua. Es extraordinaria, lo se bien. |
Te hablan del helado, de carnaval, de agua color
verde, pero no te dicen que necesitas coordenadas especiales para moverte ahí.
No podía dar con el sitio, cruzaba de una vereda
a otra bajo la lluvia y eso me enojaba enormemente.
Otra imagen de la contradicción |
Yo seguía pidiendo ayuda. El dueño de un local me pregunta que numero busco
-UNO UNO CINCO CERO
-¿Cómo?
-Scuzza, UNO UNO CHINCUE ZERO
-No, es que me gusta como suena ¿Podes decirme
cinco de nuevo?
Le di el gusto de que escuchara mi exquisita
tonada argentina, pero seguía mojándome y el frió me calaba los huesos.
Logré llegar al hostel luego de subir y bajar
muchos puentecitos, arrastrando mi equipaje, maldiciendo.
Si no hay ropa colgada, no es Italia. |
Era una casa hermosa, pero no parecía un albergue
como los demás. No había sala común, no había mas personas, ni internet. Solo
su dueño: el fachero y gay pride Andrea.
Tenía una gran habitación y un hermoso baño solo
para mí, y eso me venía muy bien para ver que hacía con el mal humor inmenso
que me había producido la bienvenida veneciana.
Seguí mi rutina de llegada, fui al supermercado
y a buscar algo para comer.
Hice un recorrido muy escueto por el barrio, y traté
de volver.
Traté.
Era de noche y volví a perderme.
Una vez mas, no podía encontrar el lugar.
Miraba los números, trataba de pensar en alguna
referencia, nada.
El enojo se mezcló con el cansancio. Me sentí
derrotada y me puse a llorar.
Ya de noche, bajo las gotitas heladas, con la ropa
inservible y totalmente permeable, apreté los dientes y quise gritar, o
encontrar una forma de liberar mi frustración.
Mas tarde traté de recomponerme. Me fui a la
cama con un cansancio y un nivel de agotamiento de los que no sería tan fácil recuperarme.
Ésta es la mejor foto de San Marco que obtuve |
Amanecí como si hubiese sido golpeada por una federación
de kung-fu.
No había podido reponerme de la larga jornada
anterior.
En la cocina conversé un poco con Andrea, el hostess.
Solo hablaba italiano, pero no hubo problemas.
Me dio algunas sugerencias y no tuve mas
remedio que salir nuevamente.
Una hermosa novia en la ciudad mas romántica |
Hubiese querido resguardarme, leer un poco y
dormir la siesta, pero ese era mi único día, tenía que salir a pasear, y hacer
valer el pase libre de vaporetto de ventidós euros.
Eso hice: anduve todo el día en lancha.
No fui a ningún museo o galería, no tomé
helado, ni pedí que me sacaran fotos.
Di una vuelta por la piazza San Marco y sus
inmediaciones, visté el cementerio, y nada mas.
Bajaba de un vaporetto y me subía a otro. Dejé
a un lado mi cronograma con la lista de sitios de interés.
Las palomas mas atrevidas del mundo |
Se me cerraban los ojos del sueño.
Cementerio veneciano |
Había salido el sol pero no podía recuperarme
del agite del día anterior, no lograba conectar con nada de la ciudad, y mi
cuerpo no respondía.
Por mas que me generara un poco de rechazo que
el agua estuviese en el mismo nivel que los pisos de las construcciones, es un sitio soñado,
pero no era un buen día.
La totalidad de las fotos que saqué ilustran
estas palabras. Ni una mas, ni una menos.
Pero no hay que olvidar que estaba en Italia,
que siempre guardaba algo inesperado para mí.
Lo insólito no se haría esperar demasiado.
No interesan los niveles de enojo: una chica como yo, en lo último que deja de creer, es en el amor. No importa dónde esté. |
jojo, sucesión de Fibonacci, bienvenidos los gags nerds
ResponderEliminarBienvenido hermoso mío al maravilloso mundo de los comentarios. Todas las palabras que publico te pertenecen.
EliminarSon lindas tus crónicas, Lucía. Personales, íntimas, nada de ese tono desabrido de suplemento de turismo. Saludos.
ResponderEliminarAy Vero! Me halaga recibir comentarios de la gente que yo también leo (y disfruto).
ResponderEliminarMuchas Gracias!
Si mirás las fotos primero (fué mi caso) quedás fascinado y no te imaginás, ni por asomo, semejante relato. A mi me generó dos sentimientos y una inquietud: primero una profunda admiración por como te desenvolviste en un panorama desalentador por donde se lo mire (o lea); segundo, respeto por tu objetividad turística más allá de la circunstancia; tercero, una pregunta: ¿que tiene de romántica una ciudad como Venecia?.
ResponderEliminarLo dejo a tu criterio, besos.
Me imagino que el tano que te pidió que le repitas "cinco", te habrá robado una sonrisa en medio de tu malestar.
ResponderEliminarNunca se me hubiera ocurrido seguir la secuencia Fibonacci para encontrar una calle.
No puedo dejar de leerte!
Besos
Mariano: no olvides que soy oriunda de tierras peronistas, por eso no le temí a la adversidad europea y estuve presta a las sorpresas (de las buenas y de las otras),y lo de romántico...es lo que dicen, no quiero ser tan cabrona y contradecirlo.
ResponderEliminarMariela: los tanos son especialistas en arrancar sonrisas. En una situación así, necesitamos una respuesta y la buscamos donde sea 0,1,1,2,3,5...
Sigan leyendo y no se olviden que me debo a ustedes!