La vida de turista es dejar de lado cierta previsibilidad, aunque algo se repita invariablemente: rearmar la valija,
buscar la forma de llegar a la siguiente lugar, abandonar cada tres o cuatro días una ciudad con la certeza de que quedó tanto por
conocer. De modo que podría hablar de una rutina: la de despedirse.
Me tocaba decirle adiós a Berlin,
y lo hice pensando en las cosas lindas que vendrían, y no en lo que dejaba. Me hacía ilusión pensar en el próximo destino, quería sentirme animada.
Otra vez en una terminal, apuré mi cappuccino para subirme al bus que tenía
un cartel luminoso que decía Amsterdam. Qué bien se sentía eso de ir hacia adelante, pero que poco iba a
durar el efecto positivo. Por eso decido usar esto como lugar de catarsis y espacio anti publicitario.
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Adiós Berlin... Fuente |
Llegué a Holanda muy temprano, y esperé a que empezara a funcionar el metro. Hice un tramo hasta el centro, aún dormida y caminé bajo la lluvia arrastrando el
equipaje hasta el hostel, en donde tendría la peor experiencia humana del viaje.
A las siete de la mañana entré a una sala oscura y avisé que tenía una reserva.
A las siete de la mañana entré a una sala oscura y avisé que tenía una reserva.
El recepcionista me dice que el check in es
a partir de las once, por eso no puedo quedarme ahí. Le expliqué que había estado toda la noche
viajando, que afuera llovía y le pedí que al menos, me
dejara sentarme en una silla.
El tipo, desvergonzadamente grosero, me dijo que podía dejar mi valija ahí, y sin dar vueltas, me echó. Angustiada, le dije que era huésped y no tenía a dónde ir. Entonces contestó “aún no sos nuestro huésped, andate a fumar un porro o a tomar un café por ahí, no me importa, pero acá no podes estar”.
El maltrato fue inesperado. Dejé la valija y salí desconcertada.
No había ningún lugar en el que pudiera estar porque era muy temprano. Las
cafeterías estaban cerradas, seguía lloviendo y estaba agotada. Di
vueltas con mi paraguas roto, mucho frío y un enojo que aumentaba a cada
paso. Como si eso fuera poco me tuve que sacar de encima a unos marginales españoles y a un hombre bastante grande que insistía con venderme marihuana ¡a las siete y media de la mañana! A esa hora no quiere comprar droga ni Robert Downey Jr.
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Mejor pensar solo en los lindos recuerdos |
El tipo, desvergonzadamente grosero, me dijo que podía dejar mi valija ahí, y sin dar vueltas, me echó. Angustiada, le dije que era huésped y no tenía a dónde ir. Entonces contestó “aún no sos nuestro huésped, andate a fumar un porro o a tomar un café por ahí, no me importa, pero acá no podes estar”.
El horrendo The globe center
Fuente |
Fui al único lugar que estaba activo: la estación de trenes. Mientras
tomaba un té para intentar entrar en calor, se me saltaron las lágrimas de la
indignación. Estaba furiosa y quería volver para pegarle a ese desgraciado,
pero no podía. Como tampoco podía alojarme en ese agujero me fui a buscar un lugar nuevo.
Lo encontré enseguida, volví a buscar mi valija y sin decir nada me fui del horrendo Hostel Globe Center, que además de todo, se cobró de
mi tarjeta de crédito no solo la reserva, si no la noche que no pasé allí.
Ladrones. Me habían estropeado el día.
No tardé mucho en encontrar alojamiento en el barrio. Al otro lado del canal, me recibieron en el hostel “Meeting point” que también es
un antro descuidado, pero con amabilidad me dejaron hacer el ingreso temprano
y ubicarme en una habitación para catorce personas.
Apenas eran las nueve de la mañana pero ya había discutido con un idiota, me habían abordado en la calle, tenia todo el contenido de mi valija mojado y mi cuerpo estaba entumecido. De lo último que tenía ganas era de volver a salir.
Pero ni la mas miserable de las personas, ni el día mas complicado puede doblegar a quienes hacemos un camino tan largo para estar en donde siempre quisimos.
Pero ni la mas miserable de las personas, ni el día mas complicado puede doblegar a quienes hacemos un camino tan largo para estar en donde siempre quisimos.
En"Meeting Point" encontré un amigo |
Después de semejante comienzo, mi tarea era hacer del día algo mejor. Necesitaba encontrar el rostro mas amable de Amsterdam, seguro que tenía uno.
Antes que nada, pensé en lo bueno: las malas condiciones de mi alojamiento eran compensadas por su excelente ubicación. Bastó con caminar dos minutos para llegar a plaza Dam, en el corazón del centro histórico. Un punto de partida evidente, pero cualquier sitio estaba bien para empezar otra vez.
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Esa fue mi mejor sonrisa |
¡Vaya manera de llegar a la maravillosa Amsterdam! A ver qué cuentas en futuras entradas (aparte de tu visita a algún museo ;), pero no me cabe duda de que tu estancia mejoró rápidamente, ¡un abrazo!
ResponderEliminarCreo que lo de mis visitas a museos son algo por demás previsible. Pero fueron muchas cosas en muy poquito tiempo, y lo bueno, lo que hace bien, siempre ha predominado por sobre cualquier contratiempo. No hay manera de que me quiten eso de la cabeza.
ResponderEliminarPresiento que todo va a mejorar por momentos...
ResponderEliminarAbrazote utópico, Irma.-
Creo que tus intuiciones andarían por buen camino.
ResponderEliminarSaludos Irma!
Hasta a mi me da bronca y eso que no estuve ahí!
ResponderEliminarAfortunadamente, estaba en el lugar indicado para sobreponerme bastante rápido del mal trago.
EliminarBeso Anita!